Este dato surge de un estudio realizado en 2.280 hogares de Capital, GBA y cinco ciudades del Interior. El 86% de la gente -los encuestados dejaron inspeccionar sus casas- cree que su sistema eléctrico es confiable.
Es tan tranquilizador como tramposo que los cables de electricidad vayan por dentro de las paredes: no se los ve y, así, se desconoce cuál es su real estado. Debe ser por eso que el 86 por ciento de la población cree que su instalación eléctrica es segura, según determinó una sondeo que se hizo en el área metropolitana y en las ciudades de Rosario, Córdoba, San Juan y San Miguel de Tucumán. El problema es que ese mismo estudio determinó que la enorme mayoría de la gente -los encuestados permitieron que sus casas fueran inspeccionadas- estaba engañada: el 75 por ciento de los hogares no contaba con las condiciones mínimas de seguridad eléctrica.
La encuesta fue realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP) por encargo de la Asociación para la Promoción de la Seguridad Eléctrica (APSE), una institución que promueve el uso racional y seguro de la electricidad y la utilización de materiales normalizados.
Para el estudio fueron encuestados los propietarios de 2.280 casas y los encargados de 635 edificios de departamentos de la Capital Federal, el gran Buenos Aires y las ciudades de Córdoba, Rosario, San Miguel de Tucumán y San Juan. Algunas de las conclusiones del estudio fueron:
– En el 92 por ciento de los hogares no había una llave que cortara la electricidad de toda la casa.
– El 78 por ciento no contaba con llave térmica.
– En el 55 por ciento los cables de la caja de electricidad no estaban protegidos (es decir, podían tocarse accidentalmente al introducir una mano).
– El 84 por ciento no tenía tomas de tres patas.
– El 80 por ciento no disponía de conexión a tierra.
Una disposición del Ente Nacional Regulador de Electricidad (ENRE) de 1996, obliga a todos los inmuebles construidos desde ese año a contar con instalaciones seguras, es decir, deben tener conexión a tierra, tomas de tres patas, llaves térmicas y disyuntor. Para ser confiable una vivienda, además, debe tener un cableado de un grosor acorde a su demanda de energía y sus cables deben ser de plástico (en muchas casas aún hay de tela y goma, que prenden fuego con facilidad).
“El cumplimiento de esta norma no es obligatorio, sólo voluntario, para los inmuebles anteriores a 1996 que ya tienen medidor. Si no tienen uno, deben adecuar sus instalaciones a la disposición para que la distribuidora de electricidad se los coloque”, explicó Norberto Broveglio, gerente Técnico de la APSE.
Para tener una idea de la importancia de adecuar las instalaciones vale la pena conocer las estadísticas de la Superintendencia Federal de Bomberos de la Policía Federal:
Entre enero y octubre de 2006 esa fuerza intervino en 3.041 incendios en la Ciudad de Buenos Aires. El 40 por ciento de esos desastres (es decir, 1.224 incendios) se iniciaron por desperfectos eléctricos.
Durante el año pasado, también en la Capital Federal, murieron electrocutadas 9 personas.
De acuerdo a Broveglio, “la encuesta confirmó nuestra sospecha de que la gente cree que está todo bien en sus casas cuando no lo está. Que un hogar no cuenta con llave térmica puede ser causal de incendio: los cables se recalientan por el alto consumo y se puede terminar prendiendo fuego toda la instalación”.
Una de las claves de la falta de seguridad eléctrica en los hogares argentinos es justamente que muy pocos fueron adecuados a sus actuales consumos de energía. “Mucha gente se compró algo en los últimos 15 años que aumentó su demanda: un aire, una computadora, un lavarropas o una estufa. El problema es que su instalación no fue planeada para ese consumo sino para uno menor”, detalló Víktor Schüssler, miembro del directorio de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas y Luminotécnicas (CADIEEL).
Adecuar una casa puede costar caro. “Pero es un gasto imprescindible”, aseguró David Kadener, jefe de calidad del Laboratorio de Instrumental y Mediciones de la Facultad de Ingeniería de la UBA. Y agregó: “No se puede confiar en que todo sea perfecto cuando está en juego la vida”.
Fuentes: CADIEEL – APSE – Clarín
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