Luigi Galvani nació en Bolonia en 1737. Comenzó los estudios de teología que abandonó más tarde por los de medicina, persuadido por su familia, en 1755. Se graduó en 1759 en medicina y filosofía, como era habitual entonces. Tuvo como maestros a Jacopo Bartolomeo Beccari y Domenico Galeazzi.
Dividió sus primeros años de actividad académica entre la investigación anatómica y la práctica quirúrgica. Su tesis doctoral versó sobre la estructura, función y patología de los huesos (De Ossibus, 1762). En ella describe los elementos anatómicos y “químicos” con que los huesos se forman, sus patrones de crecimiento, así como las enfermedades que les afectan.
En 1775 llegó a ser profesor adjunto o ayudante de Galeazzi en la cátedra de anatomía de la Universidad de Bolonia. El Senado lo nombró preparador y conservador del Museo anatómico en 1766, y en febrero de 1782, ocupó el cargo de profesor de obstetricia en el Istituto delle Scienze. Llegó a presidir la Academia de Ciencias en 1772.
Se casó con Lucia Galeazzi, hija de uno de sus maestros, el profesor Galeazzi en 1764; murió ésta en 1790, sin dejar descendencia, a la edad de 47 años. Colaboró con Luigi en muchos experimentos.
La entrada de tropas napoleónicas en Bolonia, en la noche del 15 junio de 1796, trajo consigo muchos cambios, entre ellos una serie de compromisos entre el viejo y el nuevo régimen. Entre éstos la imposición a los cargos públicos de realizar el juramento de lealtad a la Republica Cisalpina. Sus creencias religiosas y políticas hicieron que lo rechazara, por lo que le fue prohibido impartir clases. Perdió su puesto así como la pensión de jubilación. Más tarde sus amigos lograron que se le eximiera de ese juramento debido a su gran prestigio científico. Sin embargo, murió al poco tiempo, a la edad de 61 años, el 4 diciembre de 1798 en la casa donde nació. Fue enterrado, según sus deseos, junto a su esposa. Las crónicas de la época muestran la conmoción que causó su muerte entre sus conciudadanos.
Galvani trabajó en temas de anatomía descriptiva. También se dedicó a la anatomía comparada. En 1767 publicó un ensayo sobre los riñones de los pájaros, donde describe, entre otras cosas, las tres capas de la pared uretral y sus movimientos peristálticos y antiperistálticos tras la irritación. Publicó así mismo trabajos sobre la anatomía del oído de las aves, antes de que lo hiciera el anatómico Antonio Scarpa. Describió con cierta precisión la anatomía comparada del canal auditivo de varias especies de pájaros, mostrando con especial detalle los vasos sanguíneos, músculos y nervios del oído medio e interno.
Sin embargo, las contribuciones por la que es conocido se relacionan con la electricidad. La década de los años setenta supuso para él el interés por la fisiología del sistema nervioso y muscular. En 1772 presentó una comunicación al Istituto delle Scienze sobre la irritabilidad halleriana y, poco después, sobre los movimientos musculares de las patas de la rana. En 1774 leyó un artículo sobre el efecto de los opiáceos en los nervios de las ranas. Esto le llevó a investigar la estimulación de nervios y músculos en estos animales. Así, a comienzos de los ochenta, comenzó una larga serie de investigaciones sobre las respuestas obtenidas por la electricidad estática en las ranas utilizando dos descubrimientos científicos de la época: la botella de Leyden y las máquinas electrostáticas, que permitieron observar el efecto motor de las descargas eléctricas. Todo el París culto quedó conmovido cuando el abate Mollet (1749) hizo saltar ante Luis XV a toda una compañía de guardias valiéndose de estos artificios. Por otra, Robert Whytt demostró que la estimulación eléctrica del músculo produce movimientos más enérgicos que la contracción voluntaria.
En paralelo, otros científicos, como John Hunter, comprobaron las sacudidas que se producen al contacto con determinados peces como el gimnoto y el torpedo planiforme. Tanto el abate Bertholon (1780) y J.B. Bonnefoy (1782) llegaron a afirmar la existencia de una “electricidad animal”. Para éste último, la materia eléctrica sería “el principio vivificante” y “el alma de la vegetación”.
La “electricidad animal”
Hacia la última parte del siglo XVIII un gran número de personas empleó animales para estudiar las descargas eléctricas y utilizó como fuentes máquinas generadoras y botellas de Leyden. Una de estas personas fue Luigi Galvani. Sus discípulos se dieron cuenta de que cuando se sacaban chispas de un generador y se tocaban simultáneamente las patas de una rana con un bisturí, éstas se contraían. Galvani estudió con más detalle este curioso fenómeno. Sus experimentos tomaron otro cauce cuando usó los efectos atmosféricos del relámpago natural como fuente de electricidad. Galvani había oído de los famosos experimentos que Benjamin Franklin había hecho con las cometas, así como los de Thomas Dalibard, un botánico en Paris que había recogido electricidad atmosférica con una varilla de hierro de quince metros de largo. Así que puso un alambre en el techo de la casa de su suegro en Bologna y lo llevó a su laboratorio, y cuando el relámpago cayó sobre la ciudad cargando el aire de electricidad, los músculos de las patas de rana respondieron a la pequeña cantidad que les llegó a través del alambre y se contrajeron. De hecho, el experimento funcionaba aún cuando solamente pasara una nube oscura por encima de la casa y sólo su buena suerte evitó que la casa de su suegro, las patas de rana y el mismo Galvani se incineraran con un impacto directo del relámpago.
Galvani es muy recordado por el descubrimiento que hizo en 1786, cuando salió de la casa a colgar con un gancho las patas de rana de una cerca de hierro mientras hacía un experimento. El mismo lo describió de la siguiente manera: “Así, una mañana a principios de septiembre colocamos ranas que habían sido preparadas de la manera usual, destruyendo la médula espinal con un gancho de hierro y las colgamos de la parte de arriba de la cerca. Si el gancho tocaba la cerca, sorpresa, frecuentemente había contracciones espontáneas de las ranas. Si uno usaba un dedo para empujar el gancho contra la superficie del hierro los músculos relajados eran excitados, tantas veces cuantas fueran empujados.”
Durante los siguientes cinco años Galvani realizó numerosos experimentos para producir contracciones en los músculos de las ranas, pero la mayor parte fueron en su laboratorio, donde una placa de hierro sustituía la cerca. Originalmente sus ganchos y la cerca habían sido de hierro y las contracciones eran débiles, pero después descubrió que los resultados podían ser más vehementes cuando el metal del gancho era diferente del de la cerca. Galvani encontró que el bronce y el hierro producían una reacción relativamente fuerte en la rana y demostró que materiales no conductores de la electricidad, como vidrio, piedra o madera, no podían usarse en vez del metal de los ganchos ni de la cerca. De sus experiencias anteriores sabía que esta contracción ocurría solamente cuando una carga eléctrica pasaba por la pata, pero ¡no había conectado ningún extremo a ninguna fuente de carga eléctrica! Así llegó a la conclusión de que si se formaba un circuito cerrado entre dos metales que pasara por la pata, se generaba una corriente eléctrica que circulaba por el circuito. Sin embargo, Galvani no estaba en lo cierto, ya que creyó que la fuente de la electricidad estaba en lo que llamó “electricidad animal”. Aparentemente Galvani suponía que el cerebro era la fuente de la electricidad inherente al animal y que estaba distribuída por el sistema nervioso. Sospechó que la electricidad era transferida a las fibras musculares desde los extremos de los nervios y que cada fibra muscular actuaba como una minúscula botella de Leyden, descargándose a través de los ganchos de metal cuando hacían contacto con la cerca.
Galvani logró demostrar la producción de corrientes eléctricas en el seno de los tejidos animales, sobre todo en los músculos. La sacudida muscular puede obtenerse excluyendo los metales del circuito entre el nervio y el músculo. Si se coloca sobre una lámina de vidrio la preparación neuromuscular y se pone en contacto la superficie del músculo con la extremidad del nervio seccionado mediante un asa (de vidrio), surge la típica sacudida. Uno de los que comprobó el hecho y se entusiasmó fue Humboldt. Los iniciadores de la Naturphilosophie llegaron a establecer fuertes paralelismos entre “galvanismo” y “fuerza vital” e hicieron de la “polaridad” un principio biológico de aceptación universal.
Tanto los hallazgos de Galvani como los de Volta, que relacionaban el mundo animal con el físico, sembraron también grandes promesas sobre curaciones milagrosas. No obstante, el tiempo moderó ese excesivo optimismo, sobre todo en el terreno de la terapéutica. Uno de los campos en los que lograron mucho éxito fue en el de la estimulación eléctrica en los casos de parálisis muscular. Entre los que usaron la electroterapia galvánica se cuentan a Behrends, Keim y Sömmerring. Incluso el político y médico Marat llegó a especular sobre el brillante porvenir de los tratamientos eléctricos. Por otro lado, el mesmerismo, llegó a tener tanto éxito porque todas estas novedades científicas se habían convertido en populares.
El nombre de Galvani está presente en un buen número de términos científicos. Entre estos podemos destacar:
Galvanismo: electricidad galvánica o de corriente continua derivada, por ejemplo, de una batería química.
Galvanización: aplicación de la electricidad galvánica para el diagnóstico o tratamiento de las enfermedades.
Galvanocauterio: cauterio formado por un alambre por el que pasa la corriente galvánica que lo pone candente.
Galvanocirugía: empleo quirúrgico del galvanismo.
Galvanocontractilidad: contractilidad en respuesta a un estímulo galvánico.
Galvanómetro: aparato o instrumento para descubrir la existencia de una corriente eléctrica y determinar su dirección e intensidad.
Galvanoscopio: examen diagnóstico por medio del galvanismo.
Galvanoterapia: empleo del galvanismo para terapéutica.
El Galvanismo
El Galvanismo es la teoría de Luigi Galvani según la cual el cerebro de los animales produce electricidad que es transferida por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros. Esta singular teoría recorrió los claustros universitarios europeos entre finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. Los experimentos con animales, y hasta con cadáveres humanos, alentaban la secreta esperanza de que, mediante la electricidad, pudieran sanarse enfermedades que provocaban parálisis y aun reanimar un cuerpo muerto. Esas experiencias pueden considerarse un remoto antecedente del desfibrilador cardíaco moderno.
Este es el caso de los estudios de Giovanni Aldini y Andrew Ure, que dedicaron parte de sus vidas a un mismo objetivo: reanimar los cadáveres de personas y animales mediante el uso de la electricidad.
Aldini (1762-1834) viajó por toda Europa realizando espectáculos donde demostraba el efecto de electrificar los cuerpos de animales y personas. Su actuación más significativa la realizó en el Royal College of Surgeons de Londres, con el cadáver de un ahorcado llamado George Forster.
Mediante dos varas conductoras conectadas a una batería, se dedicó a tocar distintas partes del cuerpo, con lo que el cuerpo empezó a reaccionar de forma visible. Al conectarlas en boca y oreja, la mandíbula empezó a temblar, los músculos cercanos se desfiguraron, y el ojo izquierdo se abrió.
Los resultados no fueron mucho más agradables cuando una de las varillas tocó el recto del cadáver. En ese momento, todo el cuerpo empezó a convulsionarse, y como recogieron los diarios de la época, muchos espectadores creyeron que el cuerpo había vuelto a la vida.
Pero Aldini nunca dijo que se pudiera esperar semejante efecto con la electricidad. Defendió que el galvanismo se cumplía en los sistemas nervioso y muscular, pero que no se podía hacer nada con el corazón.
Y precisamente en los experimentos de Aldini se inspiró otro científico llamado Andrew Ure (1778-1857). En 1818, durante una demostración en Glasgow utilizó el cuerpo de un musculoso hombre de unos 30 años, y de nuevo los resultados causaron estragos.
Al colocar una vara en el talón, la pierna se estiró tan violentamente que casi hace caer a uno de los asistentes que intentaba evitar su extensión. Al llevar las varillas al nervio frénico izquierdo y el diafragma, de repente pareció que el cadáver estaba respirando. Todo terminó en un frenético festival de horror cuando se aplicó corriente al nervio supraorbital y al talón. A medida que subía el voltaje, “se exhibieron las muecas más horribles… Rabia, horror, desesperación, angustia y sonrisas espantosas unieron su horrible expresión en el rostro del asesino”, narró el propio Ure.
La fábrica de emociones de Duchenne de Boulogne
Uno de los experimentos científicos más llamativos, por su carácter visual, sea posiblemente el experimento sobre electro-estimulación en músculos faciales realizado por Guillaume-Benjamin-Amand Duchenne de Boulogne. Neurólogo francés del siglo XVIII que, interesado en las experimentaciones de Luigi Galvani con electro-estímulos musculares en animales, e influenciado por el, en ése entonces, popular interés científico en la fisiognomía invirtiera enorme cantidad de recursos en “mapear” los músculos faciales y las expresiones resultantes a partir de la estimulación eléctrica.
Asistido por el monumental trabajo en musculatura del anatomista escocés Charles Bell, Duchenne publicaría una monumental obra titulada Mecanisme de la physionomie Humaine, la cual, por sus increíbles imágenes, cautivaría el interés de algunas de las mentes más brillantes de su época a pesar del poco rigor científico de la obra -incluido el mismo Darwin, quien utilizaría imágenes realizadas por Duchenne en su tratado de 1872 “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales”. De hecho Duchenne estaba interesado en hallar un “enlace” entre las expresiones y el alma.
Para su obra utilizó seis modelos, pacientes suyos con discapacidades mentales, a los cuales cuidaba de no causar dolor alguno, por lo que siempre traía anestesistas profesionales a las sesiones. Su modelo principal era un hombre al que denominaba “viejo desdentado, de cara flaca, cuyas facciones, sin ser absolutamente feas, resultan triviales y ordinarias.”.
No obstante, si bien errado en su teoría principal, Duchenne ayudaría a impulsar el naciente campo de la neurología. Entre sus descubrimientos más importantes se encuentra el de la Distrofia muscular de Duchenne. Miopatía de origen genético y la más común de las distrofias. La cual que afecta a decenas de miles en todo el mundo.
Fuentes: Historia de la medicina – Wikipedia – Geneciencia – Anfrix
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