Desde que se conoce cuáles serán los efectos del calentamiento global, muy pocos ignoran que el pronóstico del clima es bastante oscuro.
Sequías donde había cultivos, agua donde se pisaba playa, tierra donde encandilaban las capas de hielo. Y ciudades con microclimas poco amigables para la salud humana. Frente a ese panorama, ya son varias las capitales del mundo que se suman a una “cruzada” para mitigar los efectos del cambio climático. Promueven el ahorro de energía, lanzan planes para que los paneles solares pueblen las terrazas de los edificios y hasta amenazan con multas severas para quienes superen los cupos de emisión permitidos de gases contaminantes como el dióxido de carbono.
En Buenos Aires todavía no se tomaron medidas tan drásticas como en Sydney, Autralia. Esa ciudad se convirtió en uno de los ejemplos más emblemáticos de esta tendencia mundial. La clásica postal que mostraba el edificio de la Opera muy iluminado ahora perdió gran parte de su brillo. Se redujeron prácticamente en un 90 por ciento los focos de iluminación que decoraban sus contornos.
En Suecia, el poblado de Vaxjo, a las orillas de un lago, rodeado de árboles y con 78 mil habitantes, es otro puntal. Allí son ecológicos de la primera hora, no esperaron a que Al Gore se convirtiera en el inesperado adalid contra el calentamiento global. Desde 1996 no usan combustibles fósiles. Y ahora, a los ojos de otras ciudades europeas, se erigieron en una especie de meca para científicos, políticos y empresarios provenientes de Corea del Norte o de los Estados Unidos. Según la agencia de noticias AP, sus planes de racionalización de energía les permitieron reducir las emisiones de gases contaminantes en un 30 por ciento en estos últimos años.
Estas medidas parecen, en parte, una respuesta a las amenazas que se anunciaron esta semana. Uno de los pronósticos más nefastos augura que 46 países y 2.700 personas corren el riesgo de estar involucrados en conflictos armados debido a las consecuencias del cambio climático. La desestabilización política es otro fantasma que acecha, y podría llegar a afectar a 1.200 millones de habitantes de este planeta.
Los datos fueron presentados por el grupo de paz Alerta Internacional, cuyos peores anuncios corresponden para Africa, Asia y América del Sur. “El cambio climático agravará la tendencia al conflicto violento, que a su vez arrojará como resultado comunidades más pobres y menos capaces para enfrentar las consecuencias del calentamiento global”, señala textualmente el informe.
En Bogotá buscan ampliar las sendas para los ciclistas; en Barcelona promueven la instalación de paneles solares en edificios para usarlos como fuente de energía alternativa. En Londres, el uso de las bicicletas es cada vez más acentuado. Cada semana se suman más comunidades a la tendencia de contaminar menos. “Y eso que en la actualidad no son muchas las ciudades que conocen su nivel de contaminación, por eso es muy difícil fijar metas”, comentó Simon Reddy, encargado del proyecto C40, una red mundial de ciudades para intercambiar ideas sobre la lucha contra el calentamiento global. Una lucha que recién empieza
El calentamiento global
Nuestro planeta se está calentando. Los últimos 10 años han sido los más calurosos desde que se llevan registros y los científicos anuncian que en el futuro serán aún más calientes. La mayoría de los expertos están de acuerdo que los humanos ejercen un impacto directo sobre este proceso de calentamiento, generalmente conocido como el “efecto invernadero”.
El efecto invernadero es una condición natural de la atmósfera de la tierra. Algunos gases, tales como los vapores de agua, el dióxido de carbono (CO2) y el metano son llamados gases invernadero, pues ellos atrapan el calor del sol en las capas inferiores de la atmósfera. Sin ellos, nuestro planeta se congelaría y nada podría vivir en él.
Sin embargo, a estos gases los humanos suman contaminantes que resultan en una acumulación de gases en la atmósfera. El más importante de los gases producidos por la actividad humana es el CO2, el cual es liberado cuando se queman materiales que contienen carbono, tal como el carbón, petróleo o leña estos gases permanecen en la atmósfera por más de 100 años. En los últimos 200 años, las concentraciones de C02 en la atmósfera, se han incrementado en un tercio.
Las personas que viven en los países desarrollados contribuyen en un mayor porcentaje al calentamiento global que las personas de los países en desarrollo. En promedio, cada ciudadano de norteamérica añade 5 toneladas de CO2 al aire cada año, mientras que un europeo o un japonés contribuye con entre 2 y 3 toneladas, un chino 0.6 y un hindú 0.2. Actualmente, más del 90 por ciento del dióxido de carbono presente en la atmósfera ha sido emanado desde Europa y Norte América.
De continuar la situación tal y como está, las cantidades de CO2 se duplicarán en los próximos 100 años. Como resultado de ello la temperatura aumentará en el planeta en un promedio de 1 grado Celsius.
¿Cuáles son los efectos del calentamiento global?
A medida que el planeta se calienta, los cascos polares se derriten. Además el calor del sol cuando llega a los polos, es reflejado de nuevo hacia el espacio. Al derretirse los casquetes polares, menor será la cantidad de calor que se refleje, lo que hará que la tierra se caliente aún más. El calentamiento global también ocasionará que se evapore más agua de los océanos. El vapor de agua actúa como un gas invernadero. Así pues, habrá un mayor calentamiento. Esto contribuye al llamado “efecto amplificador”.
El Panel de las Naciones Unidas sobre Cambios Climáticos (IPCC) ha reunido a cientos de científicos. Su primer informe, publicado en 1990, confirma que de duplicarse la cantidad de CO2 en la atmósfera, el efecto amplificador producirá un incremento total en la temperatura del planeta de 2,5 grados Celsius.
Un calentamiento de esta naturaleza, tendrá graves efectos sobre el planeta. Mientras se deshielan las capas polares, se elevará el nivel del mar, lo cual hará que se inunden las tierras más bajas, y quizás desaparezcan países completos en el Pacífico y afectaran gravemente otros en Asia. Por otra parte, mientras el balance energético de la atmósfera cambia, habrá cambios drásticos en el clima mundial, ocasionando severas fluctuaciones en la temperatura y la pluviosidad, alterando significativamente las estaciones de cultivos agrícolas.
Los desiertos tenderán a expandirse, las arenas del norte de Africa podrán invadir al Mediterraneo, así como podrán retornar las tormentas de polvo en el Medio Oeste norteamericano. ¿Fueron acaso las sequías en 1980 de Etiopia y Sudán víctimas del efecto invernadero? Nadie puede responder a esta pregunta, pero son esos los efectos que los científicos pronostican.
¿Qué podemos hacer?
-Reducir el uso de vehículos automotores. De ser posible vivir cerca del colegio u oficina. Hacer sus compras en su vecindario.
-Usar el transporte público y las bicicletas.
-Comprar artefactos del hogar, tales como refrigeradores y bombillas, que sean más eficientes en el consumo de energía.
-Apoyar medidas poco populares, pero que son ambientalmente importantes, tales como impuestos a los combustibles y que lo recaudado sea utilizado para prevenir el calentamiento global.
-Presionar a sus representantes públicos para que mejoren los servicios de transporte colectivo y promuevan el ahorro de energía.
-Instar a los gobiernos para que diseñen un plan nacional de reducción de emisiones de gases invernadero.
Fuentes: Clarín – bio-logia.com.ar
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Fecha de publicación del artículo original: 18/11/2007