El cobre encabezó la lista de metales no ferrosos que más se revalorizaron en el nivel mundial. Esta situación hizo que no sólo el insumo pasara a representar el 30 por ciento del costo de fabricación de productos, cuando antes implicaba la mitad de ese monto, sino que multiplicó la modalidad delictiva del robo de cables de cobre.
Es uno de esos delitos que, antes de la devaluación y de la crisis, no existían. El rédito era casi despreciable y nadie estaba lo suficientemente desesperado como para arriesgarse por tan poco. Pero el encarecimiento en dólares del botín, sumado a la multiplicación de gente dispuesta a ir a buscarlo, hizo que el robo de cables de cobre estallara. Hoy está en pleno auge, de la mano del alza mundial del precio de este metal y de la organización mafiosa que alcanzó este negocio en el país.
La cotización mundial del cobre es lo que alentó el auge de este delito en los últimos meses. Sólo en lo que va de este año, el precio de la tonelada de este metal rojizo aumentó un 80%: hoy ronda los 8.000 dólares en la Bolsa de Metales de Londres. La producción escasea por problemas mineros y la demanda aumenta de la mano de China.
La suba se traslada a todos los sectores, incluidos los consumidores más chicos: el kilo de caño de cobre para refrigeración aumentó de 27 a 50 pesos desde enero a hoy; el caño de hidrobronz de pulgada y media pasó de 50 a 85 pesos el metro.
Se trata de un delito de cuello blanco y de los más organizados. En un extremo tenemos a cientos de personas de muy escasos recursos que se dedican a sustraer cables, dos metros acá, cien allá. Las chatarrerías se los compran y lo almacenan. El tercer escalón son las fundiciones, donde tienen calderas gigantes de más de 1.200 grados para transformarlos.
El robo de cables es una modalidad delictiva que ha tenido un crecimiento vertiginoso y alarmante en nuestro país, causando millonarias pérdidas a las empresas perjudicadas además de afectar de modo sensible la prestación de servicios públicos esenciales.
El tema es tan preocupante para la población, que se suele quedar sin línea telefónica o energía eléctrica, como para las empresas que deben reponer el costoso material.
Para las empresas de luz y teléfonos, esta actividad delictiva representa una seria amenaza y significativas pérdidas económicas ocasionadas por el perjuicio a los usuarios, el costo de reposición de los materiales y el tiempo de reinstalación. Para quien roba los cables, los riesgos que corre son inmensos al manipular instalaciones peligrosas que lo exponen a situaciones límite.
Muchos de los ladrones han muerto electrocutados, otros han caído de los postes cuando intentaban robar unos cuántos metros de cable y, según las compañías, este es un delito frecuente que, aunque parezca increíble, en ocasiones cuenta con la protección de los vecinos.
Ningún ladrón de cobre es tan audaz como para arriesgar su propia vida si luego no interviene alguien que les da una jugosa recompensa por ese metal. Asimismo, difícilmente los reducidores tengan una organización de recursos y logística mayor que la Policía o la Justicia. Sin embargo, actualmente el negocio sigue en pie porque la tentación permanece intacta.
El robo de cables en redes energizadas con alta o media tensión no es algo que pueda pasar inadvertido, puesto que grandes sectores poblacionales quedan inmediatamente sin suministro, pero en las líneas del alumbrado público los vecinos raras veces detectan y denuncian un ilícito.
Es absurdo inferir que un inexperto delincuente puede aventurarse a robar cables de alta tensión, que sustentan torres de no menos de 18 metros de altura, sin equipos y conocimientos esenciales sobre el funcionamiento de los sistemas de transmisión en 500, 345, 220 o 132 kilovoltios.
En Buenos Aires se comprobó que muchos de los robos de cables de alta y media tensión se realizaron, a plena luz del día, bajo sorprendentes montajes. Se utilizaron vehículos, uniformes, herramientas y hasta insignias fraguadas.
Con todo, el problema existe y la necesidad es encontrar una solución. Desde distintos sectores involucrados existen discrepancias sobre la dimensión y las características. Sobre las responsabilidades y las acciones. Pero el problema sigue y hasta el momento la ventaja la tienen los delincuentes.
Metales no ferrosos
Por otra parte, es importante señalar que los delincuentes dedicados esa actividad no sólo roban cobre, sino también otros materiales o aleaciones como el fierro, aluminio, acero, níquel y otros que por su valor comercial, también son robados de la vía pública, como de establecimientos o bienes inmuebles públicos con el fin de ser comercializados.
Entre los factores principales que contribuyen a incrementar el hurto de metales se encuentran:
-Deficiente vigilancia policíaca para prevenir los robos.
-Fácil comercialización y alta demanda en los puntos de compra, ya que el cobre y otros materiales son bien pagados en los establecimientos, y no se averigua cómo es que lo obtienen.
-Es imposible saber si estos materiales son robados, ya que se venden en cables o en pedacería y se paga por kilo.
-Es un negocio creciente, ya que el robo de cableado o tubería de cobre y otros materiales deja altos dividendos a los delincuentes y a las personas que se los compran.
-La oferta es tentadora para los delincuentes que previamente estudian los lugares donde robarán y actúan de noche y/o de día, independientemente si es propiedad privada o pública.
Coordinación en los robos
En la vida cotidiana, el robo de cables implica cortes de luz a las familias, interrupciones de las comunicaciones telefónicas y plaza y calles oscuras.
Si bien es cierto que la suspensión de exportaciones de desechos de cobre disminuyó en cierta medida la cantidad de cables robados, desde las empresas indican que, tristemente, evolucionó la metodología del hurto: ahora es más sofisticado el robo, ingresan a instalaciones eléctricas en media tensión y roban las puestas a tierra, que son de cobre puro. En consecuencia, los trabajadores deben comprobar, antes de realizar sus tareas, si están todas las puestas a tierra o se las robaron.
En este sentido, también aumentó la cantidad de accidentes eléctricos que se produjeron por causa de los robos de las Puesta a Tierra, afectando la salud y la vida de trabajadores eléctricos.
Otra práctica en aumento es robar instalaciones dejándolas funcionando en forma precaria: las instalaciones en media tensión tienen equipos electrónicos que avisan en forma inmediata si se interrumpe el servicio a una determinada zona. Y es que, mediante el sistema de respuesta de las empresas eléctricas, en el instante en el que se produce el corte, el operador del centro de control de reclamos advierte que hay clientes sin luz y envía en un lapso de uno o dos minutos a los equipos para corroborar qué es lo que está pasando en el lugar. Y esto no les da tiempo a algunos ladrones para robar ciertos metales, por lo que ahora recurren a conexiones que ponen en paralelo, algunas instalaciones en forma muy precaria pero lo suficientemente eficaces para permitir realizar el robo, lo cual supone un conocimiento más profundo de los temas eléctricos.
La solución
La suspensión de exportaciones de desechos de cobre es una de las soluciones a un problema que se presenta complicado ya que con sólo ver las extensiones de las redes eléctricas y telefónicas del país se puede asumir que controlar cada centímetro de las líneas aéreas y subterráneas que se encuentran en toda la superficie del país es imposible.
Por este motivo es también competencia del Estado sumar esfuerzos para lograr un mayor control y desalentar el robo de cables que afecta tanto a las empresas como a los usuarios.
Fuentes: Fundelec – Clarín – La Nación
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